viernes, 26 de septiembre de 2014

10 Estoy vivo pero...

   No quiero que pierdan el hilo de la historia y veo necesario la intervención, no pensé que contar mi historia desde mi nacimiento fuera tan larga, es curioso escribir mi autobiografía desde esta situación, la nostalgia me invade por completo la ausencia de mi familia se apodera de mis emociones, puedo entrever que nuestras vidas van de lo simple a lo extremadamente complejo (no pregunten).
   Estoy viviendo una especie de aventura sin parangón. Ya, a mi edad las aventuras no resultan ser tan divertidas, como uno se las imagina. Es posible que mis horas estén planificadas y contadas a lo mejor todo acabe aquí donde estoy encerrado, mi familia amigos y mi maravilloso pueblo que tanto amo es lo que me mantiene vivo. Por unas partes me siento plenamente feliz porque sé que no he arado en un mar ni sembrado en el viento como mis predecesores, y, que lo que hemos hecho hasta ahora no depende sólo de mí, sino de todos, que la mayor fuerza es la de la unión. Nuestra visión de mundo empezó como un simple anhelo y ahora es toda una realidad, pero hay que defenderla. Dejamos de ser ciegos pero cuando abrimos los ojos, al mundo eso no le gusto.

   Uno de mis captores me ha arrojado pluma y papel. Sólo vi su silueta ahogarse en la oscuridad, gracias a él puedo escribir. Hasta ahora se han portado mejor de lo que podía imaginar. No sé que me depara el futuro al lado de ellos.
Aquí al filo de está lúgubre noche con luz de luna por bombillo, yace mi cuerpo postrado sobre piedras, me encuentro andrajoso y maltratado. Lo mejor que puedo hacer en estas condiciones es escribir y reflexionar, cuento con una tabla rasgada por una esquina que me sirve de apoyo.
   Sí me preguntan ¿Cuándo he llegado aquí? no lo sé, y ¿Dónde estoy? Menos.
Es difícil decir donde estoy pero, el sonido del mar es inconfundible, de no ser por ésta situación me gustaría caminar descalzo a orillas del mar, sentir la arena entre mis dedos, la suave brisa golpeando mi rostro y disfrutar con mi esposa e hijos de un bello amanecer.
He llegado contra mi voluntad, amordazado y sedado, por lo que no se en que parte del mundo estoy. Espero estar aún en los límites de mi país, aunque es posible que me hayan sacado de él.
   El cuarto donde me encuentro no es una habitación de ensueño, pero es lo que me toco. Aquí hace frío, el pulular de las moscas no me deja concentrar pero, el olor, esa mezcla entre vomito y pescado descompuesto me ahoga aunque ya me estoy acostumbrando, la sinusitis ya ni me afecta (creo que encontré la cura). Este sitio andrajoso no tiene nada que envidiarle a los guetos judíos, el piso y las paredes son en piedra y están todas mohosas por la terrible humedad que hay, lamentablemente por puerta llevo barrotes, y, por techo una alcantarilla que escasamente deja pasar a raudales el sol. Tengo que aprovechar al máximo mis horas para escribir es lo único que puedo hacer para fortalecer mi mente. Cuando llega la noche la temperatura disminuye tanto que es un riesgo para mi salud, ¿cuánto puedo aguantar? aun no lo sé.
   Sigo con vida, si a esto se le puede llamar vida. Llevo dos, tres o no sé cuantos días sin comer. La idea de luchar por mi familia, amigos y el pueblo es lo que me mantiene  vivo, sé que ellos no dejaran de buscarme hasta rescatarme.
Está mañana he tenido mi primera visita.

   Una piedra suelta me ha sirvió de escondrijo allí deposite la pluma y papel, en principio quise usar la piedra como arma, pero observe que eran tres hombres armados así que desistí. El del medio grito a los otros. –Abrir la celda de nuestro prisionero–, creo es uno de los que está al mando. –He pasado a darte la bienvenida –dijo entusiasmado–. Le costaba mi idioma materno pero se me dificulta identificar de donde es su acento (bueno es lo que menos me importa), sus botas loblan negras lustrosas con bordes de metal, pantalón negro y chaqueta negra de cuero puro, tenía un leve tic en su ojo derecho que escasamente se nota, sobre su labio una cicatriz, su voz cavernosa. Portaba un arma MAC-11 que tiene la capacidad de hacer novecientos disparos por minuto con una velocidad de 290 m/s, con ella me apuntaba sin parar desde que entro, como si yo revistiera algún problema. En las condiciones que me encuentro dudo ser un problema para alguien.
   –Espero… Espero que no, y óyelo bien. ¡Que no cambies de idea!, así podré matarte, lo voy a disfrutar mucho –su pulso temblaba como gelatina es posible que sufra de Parkinson, acerco su rostro al mío su aliento olía a cebolla–. Sigues vivo por una razón, mis superiores no quieren un mártir sólo erradicar esa filosofía barata de la que hablan ustedes –presiono el MAC-11 sobre mi sien, sentí como el frío me invadió hasta la medula–, si es por mí te mataba ahora mismo como una vil rata. –Se alejo un poco de mi, saco un abano del bolsillo interno de su chaqueta. Lo encendió. Calo profundo y dejo escapar una leve sonrisa–  ¿Quieres saber por qué estás aquí? –me miro adustamente– ¿Qué queremos de ti?
   Mis pensamientos crecían al mismo tiempo que mis dudas, cuando acepte ser presidente asumí los riesgo del cargo. Mientras solo me queda callar “por ahora”. Es la segunda o tercera vez  que estoy al borde de la muerte.
   –¡Habla!... –se hizo una pausa, el miedo nublaba mi juicio–. Con que no quieres hablar, ya veremos que tan bueno eres. Pronto llegará alguien que si te hará hablar –dio media vuelta, logre ver que en su espalda lleva un símbolo, pero no logro recordar de qué es–. Ya veremos, ya veremos –repitió burlonamente
   –¿Quién eres? –susurré dubitativamente.
   –¡Ah, es que hablas…! –Avanzo hacia la salida de la celda lentamente sin prestar atención a mi pregunta–. Pensé que te habían comido la lengua los ratones.
   –¿Quién eres?, ¿Qué quieres de mí?
   –Pronto lo sabrás –repitió. La celda se cerró tras él. Soltó una carcajada siniestra mientras se desvanecía con los suyos en las sombras.

   Este cargo me ha hecho acreedor de enemigos poderosos. Este secuestro ya al final de mi gestión no tiene sentido alguno para mí.
Ahora solo me queda mantenerme fuerte, ser constante, y prepararme para lo que sea que me depara el futuro aquí.
   Por los momentos seguiré contando mi historia mis ideas ya están en manos de la gente ideal, está filosofía de este partido nació de la libertad del pensamiento y de criterio propio.
   Con el tiempo hemos hechos avances significativos. Nuestro proyecto inicio con la simple idea de brindar igualdad de oportunidades pero; que esa igualdad estuviera clara, erradicar la corrupción (bueno creo que muchos partidos nacen así), fomentar el pensamiento, los planes de gobierno los hicimos bajo una lucha constante de ideas, llevamos la idea al pueblo y por eso ganamos, el primer paso fue eliminar la reelección y optamos por un gobierno de muchos. Bolívar decía: “Multitud de beneméritos hijos tiene la patria, capaces de dirigirla, talentos, virtudes, experiencia y cuanto se requiere para mandar a hombres libres”, estandarizar un proyecto que no dependa solo del petróleo, pero que tampoco dependamos de la explotación de los hombre, esos principios nos llevo a profundizar los conceptos y refundar las bases de nuestra cultura, a preguntarnos constantemente ¿cómo hacer las cosas?. Los procesos comunales fueron un sueño pero como todos los sueños acaban. Mi ambición desmedida de humanidad es lo que me ha traído hasta aquí, no quiero dinero ni joyas tampoco quiero ser un ídolo. Pero espero que mi pueblo luche día con día que se levante de entre los escombros y supere los retos, que recuerden que Dios concede la victoria a la constancia.
   Por eso escribo, alguien leerá mis palabras y las transmitirá.
   Mi biografía quiero que sea contada de primera mano, no quiero monumento alguno, pero sí, que continúen lo que iniciamos la propuesta NFIV, que la profundicen y la mejoren.
   Ya hemos llegado hasta aquí y tendrán mil dudas, me he desviado  un poco del tema pero todo esto es necesario, permitan que este viejo reumático como yo, pueda transmitir sus ideas a gusto. Sé que debo continuar.

   En fin ahí de rodillas con mi cabeza gacha y mis manos sobre la lona rojo escarlata yacía mi cuerpo postrado y envenenado, la vida que tanto luche por mantener se me era arrebatada lentamente, el sonido de los presentes fue alejándose cada vez más, mis ojos se me nublaban.
   No sabía qué tipo de veneno era, yo seguía entre la realidad y la fantasía, mis recuerdos me trasladaban.
–¡llamen a la ambulancia!, se muere, ¡hagan algo!

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