martes, 23 de septiembre de 2014

9 La política si importa

La política si importa y mucho, “posiblemente” alguien dirá lo contrario. Piensen por un instante qué le dices a alguien que lo ha perdido todo; perder casa y dinero es lo menos importante, ahora bien que tal sin son tus hijos, familiares y amigos, ¿qué consejo darías?Así empezó.
Catorce, quince y dieciséis, esos días serán recordados por siempre en la historia venezolana, fue para el duodécimo mes, nadie pensó que su época navideña sería deprimente. Muchos se quedaron sin veinticuatro y treinta y uno.
Algunas personas debido a su situación económica no tendrían otro remedio que quedarse, y, vivir aquello en primera fila.
Las costas siempre brindaron dinero y oportunidades para centenares de habitantes de esa zona, más de mil apartamentos se vendían por año antes de lo sucedido, la cordillera que tanto cobijo les brindo no soportaría tanto embate de la naturaleza.
Las autoridades notifican que un promedio de doscientas casas ya habían sido destruidas para el quinto día del duodécimo mes, el organismo de Defensa civil decreta la primera alerta, el centro de información advirtió que aquello era tres veces más de lo registrado en toda su historia. Para el décimo día  ya se hablaba de un millar de damnificados.
Las autoridades removieron tonelada y media de lodo y escombros, logrando limpiar las carreteras para el supuesto libre tránsito. La humedad sería más que evidente, las laderas montañosas son las primeras en sufrir el reproche de la naturaleza.
Baldes de agua era lo que caía, nada sería como antes después de eso, la gente rezaba en familia, nunca se vio en el país tanta gente orando por una misma causa, tal situación dejaría aflorar lo mejor y en otros casos lo peor de la gente, el número de muertos aun se desconoce (creo nunca se sabrá a ciencia cierta), algunos periódicos dan saldos promedios que van desde cinco a cincuenta mil personas; esas son las cifras, ¿parece alarmante?, pero no resulta tan alarmante hablar de tales cifras cuando se observa lo que quedo después de lo ocurrido.
Catorce, quince y dieciséis la historia los recordará y jamás los olvidaran, miles de personas aun viven después de tales eventos. Venia lloviendo ocasionalmente, pero fue en esos días que llovió sin parar.
Las cordilleras desempeñaron el rol de esponjas todo lo posible, pero como le pasa a toda esponja no aguantaría ni un poco más y terminarían cediendo se formaron mares de lodo viscoso tan grandes capaces de arrastrar piedras, arboles, hoteles, casas, carros, personas, y todo a su paso... Lo vivido en ese tiempo nunca voy a olvidarlo.
Para esos días el presidente de turno declamo que “si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella.”,  un grupo tremendamente grande culpo a ese líder de lo que pasaba en ese sitio, supuestamente por ser un castigo de Dios, en ese momento alguien exclamó, ¡simplemente no creo que Dios quiera que mueran tantos niños!, era mucho más lógico para mi, bueno existe un adagio que reza; Dios perdona siempre, el hombre lo hace a veces, pero la naturaleza no perdona nunca.
Terminaba todo en; fue por culpa de este y de aquel, pero resulta que ese pequeño hombre solo llevaba un año de presidente y pretendían que él resolviera todo aquello cómo si fuera un Dios o algo por estilo.
La humanidad en los momentos difíciles muestra su verdadero rostro, algunos fueron capaces de arriesgar su vida para salvar a otros y se arrojaron a las fuertes aguas sin pensar en las consecuencias, nacieron nuestros héroes anónimos dignos de contar sus historias, aunque muchos tiempo más adelante dejarían de ser anónimos. La ayuda por el prójimo surco las fronteras inmediatamente otros estados brindaron apoyo también otros países.
El gobierno en funciones fue golpeado fuertemente por aquella catástrofe, se  delegó: comisiones, comandos operativos, barcos, helicópteros y más, en pro de ayudar al pueblo, pero ya el daño estaba hecho.
Otra parte termino iniciando la segunda tragedia, ésta parte no contada de la historia pero jamás olvidada de los sobrevivientes. Algunos grupos iniciaron su proyecto al que llamarían SAQUEOS, le dieron firma y nombre, nunca se vio más organizado un grupo como aquel, se dedicaron a desvalijar las casas, todo fue revisado, lo poco que quedaba en pie de aquella catástrofe fue ultrajado.
A mi familia le toco vivir parte de aquella situación, aunque no vivíamos en esa zona ni remotamente cerca, nos toco sentir el frío amargo de esos días. Mi hermano que para esas fecha prestaba servicio militar, salió seleccionado en el plan de ayuda humanitaria, a él también le tocaría vivir el veinticuatro y treinta y uno lejos de su familia.
Estábamos en la sala media diez metros de largo por seis de ancho, nuestros muebles eran muy antiguos, de buena madera, mi padre no se cansaba de repetir –son hechos de caoba, samán, y sus adornos son en pino hondureño–. Ahí estábamos reunidos, dispuestos para la llamada, los primeros intentos no funcionaron, la comunicación era imposible pasamos más de una hora intentando comunicarnos. Y entre llamadas comentábamos una que otra cosa. –¡Será que le paso algo! –mi madre con tono de preocupación constante no era para menos. A lo que mi padre le respondía una y otra vez. –Es la línea que falla, allá casi no hay cobertura. Pero de seguro está bien.
Hasta que llego el momento, fueron dos tonos largos y profundos. Esa espera había sido una de las más largas de mi infancia. Mi madre tenía los ojos como dos gotas de aceites, predispuesta a no poder hablar con su hijo mayor. Fue cuando escuchamos su voz, inmediatamente una lagrima cayo por su mejilla, yo pude apreciarla porque no dejaba de mirarla, ella se volvió para que no viera sus lágrimas pero ya era tarde.
–Alo… ¿Quién es?
–Tú mamá, Dios te bendiga
–Bendición, ¿cómo están todos? –la pregunta no se hizo esperar respondió con voz alegre.
–Bien, ¿y tú?, como te tratan.
–Bien también, aunque muy cansando.

Mi padre, tenía la mirada dura, firme y fija en el teléfono. Sus manos estaban juntas y reposaban sobre sus piernas, tenía los dedos entrelazados, no reflejaba angustia alguna pero sé que la padecía en silencio. El yugo que se extiende dentro de los que callan es inclemente.
–¿Por qué tenía que ir mi hermano? –susurre a mi padre porque no quería acabar con la calma del momento.
La respuesta no se hizo esperar.
–El país lo necesita –exclamó con voz queda–. El presidente decreto una orden y no le toco más remedio que ir.
Pensé, con esa respuesta nuevamente entraban los temas de política, ya yo lo sabía. Mi madre me dijo un día la política está en todo y efectivamente tenía razón, no debía olvidar eso jamás.
–¡Se llevaron todo, es impresionante mamá! –al fondo se escucho un pitido fuerte que provenía del teléfono.
–¿Qué? hijo, qué se llevaron.
–Hombres no mayor a setenta kilos cargan neveras de ciento sesenta por un fino cable, ¿cómo hacen? Las cocinas, los cuadros, mesas y lo poco que el agua dejo, todo fue saqueado es un acto de crueldad. –su tono de voz pavoroso.
–En las noticias no dicen nada de eso –se llevo su mano izquierda sobre la sien y se la frotaba lentamente en círculos–, cuídate por favor. Reza mucho. Estas en altavoz, tú hermano y padre te escuchan.
–Bendición papá, hola hermano.
–Dios te bendiga hijo.
–Hola hermano –interrumpí.
Mi padre siempre estaba serio. Él estuvo interesado en que su hijo fuera militar, aunque creo que ese momento desistía de la idea.
–Los cadáveres… Los cadáveres papá, flotan en el mar, es increíble, están inflados, las olas terminan arrastrándolos a la orilla –exclamó agitado–: hemos logrado recuperar algunos y se los hemos entregado al cuerpo de rescate competente, las listas de muertos y desaparecidos van creciendo los números son incontables, la pérdida aquí es incalculable.
Con  la cabeza gacha, tumbada sobre el mueble, su mirada ausente y a la vez preocupada. Su hijo el mayor en ese infierno, mi madre nunca deja de sorprenderme, en un segundo su actitud cambio, su tono voz se torno taimado.
–Aguanta hijo, esa gente te necesita. Todos aquí oramos por ti. Dios te cuidará.
–Y que más pasa. Por televisión no cuenta todo, y los ministros dicen que todo va normal, que tienen la situación controlada.
–Papá… Debajo de los escombros hay tantos cuerpos que prefieren no remover tierra para no aumentar el olor. Al aumentar el calor la tierra exuda la putrefacción de los cuerpos, me veo obligado a usar mascarilla para evitar que tales olores penetren por mis fosas nasales y me quemen los pulmones. La miseria imperaba a tal punto que se necesitaron más compañeros para poner orden y evitar que los sobrevivientes caigan en más desgracias. El respeto aquí no existe.
Mis padres estaban con su mirada perdida, distante, cabizbaja, quería animarles de un modo u otro, pero no sabía cómo. Mi padre me tomo del brazo y me llevo sobre su regazó –escucha–, susurro mientras lloraba internamente.
–Caminar no es nada fácil –su voz estaba más agitada y entrecortada–, el barro se encuentra por todos lados, el paisaje es horroroso no existen palabras para describir lo que aquí pasó. Las casas, son pocas las que siguen en pie si se puede decir. No existen baños donde la gente pueda hacer sus necesidades. Agua potable; es un lujo. En los niños solo puedo ver tristeza y terror, no entiendo, ¿por qué siguen aquí? La decisión debió ser diferente, ¿no creen?, primero los niños y las mujeres, luego los demás.
–Hijo, lo que pasa es que los políticos toman las decisiones. –intervino mi padre.
–Por ahora la naturaleza parece estar en calma.
Ahora solo se podía apreciar el lodazal, hacia donde se mire hay desastre, las calles dejaron de existir solo un simple postal de luz sigue en pie y es una clara señal de lo que antes era una calle, desde ahí la gente se ubica para localizar sus hogares, los pocos techos que quedan sirven de refugio para los habitantes que aun moraban allí, en condiciones sobre humanas, entre la mugre, los olores y el frío se podía apreciar como los padres tratan de brindar cobijo a sus hijos, el mar ahora cambia de color conforme avanzan los días, mientras cae la noche se avecinan los problemas .
–Los llantos en la noche se escuchan desde los rincones más lejanos –su tono era ahora reflexivo–, a veces tomamos las linternas y empezamos a alumbrar, llegamos a pensar que son los lamentos de las personas enterradas vivas, pidiendo auxilio, todo aquí es tan confuso. No logro dormir, estos días he logrado ver con detalle como la política si importa y mucho, como tú me decías mamá. Todo aquí depende si el gobierno hace algo o no, por la noche hay un momento en que el ruido cesa y se hace un silencio absoluto, la calma también nos pone intranquilos, yo creo más que los llantos, pues cuando tenemos tiempo de pensar lo primero que se nos ocurre es dar gracias a Dios, aunque todo el día decimos Dios mío ¿por qué?, qué hizo esta pobre gente para terminar así, y no consigo respuesta.
En el fondo se escucho como llamaban a mi hermano, el grito voy mi capitán.
–Mamá, papá tengo que irme me llaman.
–Cuídate mucho, se fuerte ­–sugirió mi padre, con voz de mando.
–Hermano, acuérdate hacerle caso a nuestros padres, al final de cuentas siempre llevan razón en lo que dicen. Ya pronto volveré a casa, pero lo que estoy viviendo nunca se me va a olvidar.
–Dios te bendiga, se fuerte –arguyo mi madre.
–Bendición mamá y papá, los quiero. ¡Ah, hermano estudia mucho, algún día cambiaremos este país!
Termino la llamada, mis padres un poco más tranquilos, aunque su preocupación no cesaría hasta que mi hermano llegase a casa. Mi madre sollozando, nos miro fijamente con los ojos rojos, llevo sus manos a ellos y en enjugó sus lágrimas.
–Ojala los políticos no se olviden de esa pobre gente, son los únicos que podrán ayudarlos

–Es lógico pensarlo: tienen todo el poder. –dijo mi padre. 

2 comentarios:

  1. Estoy esperando ansiosa el capítulo X ... ;)

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias por seguirme... Trabajo lo más duro que me es posible, intentare hacerlo el doble de rápido.

      Borrar