jueves, 2 de octubre de 2014

11 Una pequeña habitación inexorable

En el liceo se guardaba celosamente una habitación triste y olvidada,  poseía el tradicional color blanco hueso con una enorme franja de rodapié azul ambos colores en mate que lo hacían lucir lúgubre. Entre seis metros de largo por ocho de ancho reposa la biblioteca, en condiciones lamentables, pero diseñada para ser sombría y no estar a gusto en ella.

Las mesas eran de color rojo ladrillo ajadas por tantos años de uso, recuerdo que los libros tenían ese olor peculiar a húmedo.
Conocí un personaje intrigante del cual empecé a gozar de conversaciones amenas y con el tiempo se tornaron sumamente interesantes, aprendí un nuevo juego, cambie el TUNEL por ajedrez. Al principio no le ganaba ya después fue otra historia, me enseño todo lo que el sabia de aquel deporte y lo asimile lo mejor que pude. 
Ese joven brillante disfrutaba leyendo tanto como mi tía, creo que tuvo suerte de que su padre lo introdujera en el mundo de la educación pues tiene madera para eso.
Estudio Matemática, a ciencia cierta  no sé si termino la carrera. Disfrutaba como pocos en ese espacio tan sombrío. Pronto descubrí que pagaban por leer.
Remodelo la biblioteca y ahora es muy diferente (en mis ratos libres visito ese lugar), ya para aquel tiempo él tenía una mentalidad política muy sagaz, pertenecía a un partido y defendía sus ideales con buenos argumentos. Eso me apasionaba.
Su nombre: Cayo Mario, tenia cualidades que no conocía aún, era pequeño mide un metro sesenta y cinco, relajado como pocos, mis compañeros de aquel tiempo no lo querían de hecho se burlaban de él a escondidas. Me parecía que su cerebro era como de seis personas en una, conocía de todos los temas de ciencia y religión, nunca está callado. 
Cuenta con el don de conversar, estaba más que premiado y hacia buen uso de sus habilidades, en cuestiones de mujeres resultaba ser todo un galán a lo mejor algo tenía que ver los texto de Don Juan y Cyrano de Bergerac. Las mujeres; bueno mis compañeras lo adoraban. Yo andaba en otra onda como se decía en aquel tiempo simplemente tenía otro planes. Sé que su esposa resulto ser una ex alumna.
Sus preocupaciones igual a las de todos, pero ha logrado dedicarse a eso que ama; su familia y sus libros, pero su verdadero fuerte es la política ya pronto se darán cuenta el por qué.
El bibliófilio resulto ser un músico excelente, lo tenía en sus venas contaba con un grupo musical. Tuve la oportunidad de ir a varios eventos donde su grupo tocaba para ganarse un dinero extra (el sueldo no alcanzaba). Disfrutaba de sus mini conciertos en especial porque elegían las letras de las canciones que hablaban de lo malo y lo bueno de la vida. En cierta forma aprendí.
Desde la biblioteca me fui desarrollando intelectualmente, empecé a leer y a mejorar mi forma de expresarme al principio era muy lerdo y tosco con las palabras, estaba sorprendido de lo rápido que mejoraba y hasta donde podía llegar. Pronto sin darme cuenta en el ajedrez era más diestro, mis temas de conversación con él empezaron a tener sentido, hablábamos de todo pero siempre los temas terminaban en Política, desde el principio tuvimos ideales encontrados debe ser por mi inmadurez pero ambos fuimos muy respetuosos en eso nos garantizó una buena amistad.
Muy pronto los temas eran apasionados las revoluciones y los movimientos de masas, la euforia por defender algo contrario a lo que el bibliotecario defendía el conflicto estaba muy presente en mis venas, mi carácter fue formándose al calor del debate, hablar de igualdad “un reto maravilloso”,  el “interés sociales” y el “bien común“, me forjaron el carácter, las matemáticas y las ciencias me mostraban el mundo lentamente.
Esos debates fueron en aumento exponencial hay echado sobre el piso y una montaña de libros que le servían como respaldo para reposar su pequeño cuerpo, aquel día estaba inmerso en los antiguos filósofos griegos en temas importantes.
– Ven… Ven, Arlequín pasa… Te acuerda de Aristóteles.
–Algo –dije con tono dubitativo.
–Utilizo el término Politeia –su ojos reflejaban un sorprendente brillo, como cuando a un niño cuando se le da su regalo de navidad.
–Corrígeme si me equivoco pero; significa “lo concerniente al estado”.
–Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo –recitaba cual orador, con una mano levantaba el libro y la otra dibujaba círculos al viento. –Piensa esto amigo, somos presa fácil de nuestras emociones. Aunque tú aun eres muy joven, imagina si podemos dominar la rabia, la tristeza o la alegría. –uso de apoyo su mano para levantarse, camino hacia mi erguido con voluntad de hierro, mirada fija y misteriosa.
–¿Cuánto llevas sin dormir? –pregunte con voz temblorosa.
–Eso es lo que menos importa –hizo un ademan con la mano en la que yacía el libro, por unos instantes pensé que lo tiraría al suelo.
Al llegar a mi lado me tomo por un brazo una especie de magia lo poseía y seguía recitando.
–Cada uno juzga bien aquello que conoce, y de eso es buen juez.
Actuaba como un loco para ser franco, pero no entendía cual era esa actitud. Me soltó del brazo cerro el libro y comenzó a caminar de un lado a otro. Su cabeza iba de un lado a otro como repitiendo no, no, no. sus ojos acompañaban el movimiento sin parar.
–Vente sígueme, vamos a tomarnos algo. –Chasqueo los dedos, como para volver en sí.
–Pero la cantina está cerrada ya es hora de cerrar la biblioteca, todo el mundo se fue.
–Como se me ha pasado el tiempo volando en la lectura. –Su rostro estaba pálido y sus ojos rojos por el agotamiento.
Actuaba algo confundido como si una orden o tarea le fuera dada del más allá. Yo a lo menos que llegaba era a sentir curiosidad me lleve la mano a la boca pero me fue imposible impedir que se me escapara una risa irónica a la que él no le agrado en lo absoluto, su semblante cambio severamente era primera vez que le veía tan serio.
–Tienes tiempo sin venir donde has estado, tus profesores me dicen que has faltado a clases –exclamo preocupado–. Sabes que no debes faltar a clases aquí tienes un futuro.
Hay que comprometerse, Hay que comprometerse –repetía una y otra vez– y tú te estabas preparando creí que te interesaba, pensé que no eras igual a los vagos que no saben que quieren ser en vida.
–Lo sé pero es que han pasado muchas cosas y como siempre dicen: muy joven para entenderlas como quisiera.
–Bueno debemos irnos, ya es muy tarde, vamos en el camino te explico porque actuó como un loco, que de seguro lo estas pensando.
Salimos de la biblioteca echo cerrojo a los candados, caminamos con rumbo a nuestros hogares y una vez fuera del liceo, estaba un poco más relajado, hablaba sobre la juventud democrática y su pensamiento político.
–Que era eso que estabas recitando de Aristóteles, sonaba interesante pero poco escuche, estabas como en un trance –llevaba mi único cuaderno de clases, donde apuntaba lo que me interesaba. Reflexionaba en efecto el porqué de mis ausencias. La apatía de clases era grande en aquel tiempo, sentía que lo que hacía no me llevaba a ningún lado, recordaba como mi abuelo me decía “por tus propios medios”.
–No era un trance, quiero cambiar la Política del país y para ello debo prepararme y ¿cuento contigo? –en realidad no lo pregunto si no lo afirmo.
–Claro –respondí sin pensar en lo que decía. Tenía mis propios problemas.
Caminábamos juntos hasta llegar a la plaza del pueblo, el alboroto de los carros, la gente, el ruido ensordecedor.
–De verdad debemos luchar por cambiar las cosas en este país y ¡eres el indicado! –Grito.
Yo estaba algo intranquilo por los hechos ocurridos recientemente con mi hermano y la ausencia de mi maestra todo eso me hacía pensar que frágil es la vida y cuanto importa. Todo era muy reciente, en casa estaban muy ocupados con el trabajo del día al día (se tenía que comer, no), la nostalgia se apoderaba de mi lentamente así que me encontraba distraído sobre lo que se me estaba revelando con tanto detalle que pronto el mismo Cayo se ocuparía de hacerme entender con más calma.
–De qué va esto Cayo.
–Ven a sentarte y te explico –miro su reloj–, aun tenemos algo de tiempo.
Nos sentamos en uno de los banco de la plaza y acto seguido se produjo la conversación sobre los filósofos griegos.
–Mira en principio debes interesarte por la Politeia. Estudiar a Platón, Sócrates y Aristóteles sabes todos ellos se interesaron por las ciencias y la existencia humana y la mismísima política de la que tanto hablan. ¡Ah, Sócrates…! de él es muy importante hablar.
–¿Por qué?, que los hace tan importante. –interrumpí.
–Sócrates fue juzgado por no reconocer a los dioses atenienses y corromper a la juventud, tuvo la oportunidad de escaparse y no lo hizo. Ahora bien, él fue maestro de Platón quien trabajo fuertemente en la República y a su vez éste fue maestro de Aristóteles –su manos entre lazadas y laxas sobre sus piernas, miraba inspirado los poco arboles que habían a nuestro entorno.
Mi mente divagaba sobre un mar de dudas, pero al igual que Cayo estaba entretenido deleitándome con la naturaleza, el maravilloso follaje que se extendía frente a mis ojos, la gente pasaba una tras otra. Fue entonces cuando volví.
–Y, ¿cómo murió?
–Simple. Envenenado.

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